Un palo de golf está compuesto, principalmente, por tres partes diferenciadas: cabeza, varilla y grip. La cabeza es la parte con la que se golpea a la pelota. La varilla es un tubo de metal o fibra de grafito, de doce milímetros de diámetro y entre 89 y 115 centímetros de longitud. Es la parte que une la cabeza con el grip, que es la zona por la que el jugador sostiene el palo y está recubierta de goma o cuero.
Las cabezas de los hierros están fabricadas con acero forjado y, en ocasiones, con cromo; a diferencia de las de las maderas, que, hoy en día, están hechas casi exclusivamente de metal. Los hierros se numeran del uno al nueve, aunque los más utilizados son los que van del tres al nueve.
Dejando de lado los hierros uno y dos, muy difíciles de manejar y que se suelen sustituir por híbridos, los hierros se dividen en dos grupos: el tres, el cuatro, el cinco y el seis componen el de los hierros largos; mientras que el siete, el ocho y el nueve son los hierros cortos. Los hierros se juegan de arriba abajo, mediante un golpe que, en lugar de barrer la bola, como las maderas, la afeita. No se ha de intentar levantar la bola, sino dejar que la cara del palo realice su función. Los hierros largos se utilizan para lograr distancia.
Para usar los hierros cortos, se debe llevar a cabo un swing fácil, con los pies prácticamente juntos. Un swing casi vertical, por la línea del suelo. Entonces, se sube a tres cuartos, se golpea firmemente y se alzan los brazos, con la cabeza fija.
Actualmente, existen dos tipos de fabricación de cabezas de hierros: forjados, los favoritos de los jugadores; y de inyección, ideales para jugadores amateurs.